Tuve la suerte de criarme entre mujeres y ellas, más que nada ni nadie, lograron que observara el mundo con otros ojos. Su forma de enfrentarse con la vida, su capacidad de superación, su presencia serena y apariencia modificable en función de sus necesidades y posibilidades me sirvieron de profunda inspiración y despertaron en mí, desde una edad muy temprana, ademanes y preocupaciones estéticas muy poco habituales en un niño «varón». Crecí muy cerca de una máquina de coser «Singer», que venía encajada en un práctico mueble de madera de castaño, que todavía conservo con gran mimo y aprecio. Su traqueteo quedó grabado en mi memoria, al igual que el olor de los retales que se iban acumulando por cualquier sitio y la imagen de los botones guardados a cientos en botes de cristal. Resultaba admirable la destreza que tenían aquellas mujeres para conjugar todos aquellos elementos y, puntada tras puntada, realizar un arreglo o crear unas prendas de gran empaque y categoría para el uso diario o para momentos especiales.
En otras ocasiones, la habilidad la demostraban con las agujas y madejas; esa paciente labor que daba como resultado confortables prendas de lana. El conocimiento de estos procesos de confección y del esfuerzo por mantener las prendas en buen estado, me llevó a incluir la ropa dentro de la categoría de «objetos valiosos» y a prestarles la atención debida en lo concerniente a su limpieza, cuidados y lucimiento: separación por colores o tejidos en el lavado (a máquina o a mano), aplicación de jabones, detergentes y otras sustancias (azulete, lejía, suavizante…), la acción de tender la ropa, plancharla y doblarla para finalmente guardarla en función de sus usos (para andar por casa, ir al colegio, hacer deporte, para los domingos, etc.), el hecho de combinar un pantalón con una camiseta concreta para «ir a juego», la importancia de los complementos, del perfume, de la peluquería y los maquillajes, prohibidos para los hombres de aquella época, y el propio acto de ir a comprar la ropa, recorrer diferentes tiendas, «revolver», probar... ¡Me parecía todo tan sugerente! Costumbres que me formaron como persona y que me acompañaron cada día de mi vida.
Fotografía 5215.- Luis A. Fernández. Muel de Dios. Gijón, 2024. |
En la adolescencia me refugié en la pintura de bocetos de vestidos. Nunca imaginé que un simple dibujo pudiera convertirse en un instrumento de provocación. Recuerdo que un día, en mitad de una clase, me cayó uno al suelo suscitando las risas y mofas de algunos compañeros. Y es que algunas mentes tenían la insolente manía de estructurar los gustos y procederes por sexos; la moda debía de ser algo extremadamente femenino y, por supuesto, que un chico tratase de imitar comportamientos femeninos estaba castigado, como hoy en día, ¡qué pena! Desgraciadamente, hechos como este y decisiones de otros (siempre con buena intención) fueron los culpables de que no estudiara diseño de moda, convirtiéndose la historia del arte en mi nueva y bendita hoja de ruta; aunque la moda siguió a mi lado de una manera firme y constante y desde diversas áreas a nivel ya profesional. Sin duda, eché en falta en la Universidad alguna asignatura sobre esta materia y espero que publicaciones como esta sirvan para eliminar tantos prejuicios y asumir su idoneidad, integración y coherencia en una facultad de historia del arte
A través de un negocio familiar, me adentré en el mundo de los tejidos, de las hechuras, de las tallas, de las temporadas, del aprecio a la calidad de la confección artesanal y a la eficacia y rapidez de la industrial, de la llegada del low cost, de la producción china y de la venta online, del ingenio para componer un escaparate y para atraer clientes con promociones, ofertas y rebajas; en definitiva, la venta. Allí pude comprobar la capacidad de la moda para interferir en los estados de ánimo de una persona; el «verse guapa y a la moda» como un pilar de fortalecimiento de la autoestima y felicidad. Mi cercanía y amistad con modistas como Lorenzo Caprile, Petro Valverde, María Lafuente y Miguel Marinero, entre otros muchos, me permitió vivir la moda desde el punto de vista de la genialidad del creador y ser partícipe del proceso creativo de muchos de sus trajes y colecciones. Tuve la posibilidad de conocer sus talleres y disfrutar de sus desfiles, como por ejemplo los de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, la gran pasarela de la moda española, en la que tuve ocasión de trabajar como estilista durante varias temporadas.
Fotografía 5214.- La moda femenina en Asturias (1920-1929). Muséu del Pueblu d'Asturies. Gijón, 2014. |
De manera paralela, en el año 2000 comencé a publicar artículos sobre moda en algunos periódicos y a trabajar como educador en los museos de Gijón, desarrollando especialmente mi labor en el Muséu del Pueblu d'Asturies. En este museo etnográfico comprendí la importancia de salvaguardar y conservar nuestro patrimonio, y de formar en su conocimiento, valoración y respeto; espero haber hecho un buen trabajo durante todos estos años.
Su colección de indumentaria, única en Asturias, y las fotografías de la Fototeca de Asturias, fuente excepcional para el conocimiento de la historia de la moda, me sirvieron de pretexto para aunar por fin experiencias y pasiones, y elaborar este libro dedicado al periodo comprendido entre los años 1920 y 1929; diez años que identifican con claridad el nacimiento, evolución y decadencia de un estilo trascendental en la historia de la moda, una etapa en la que se inicia un camino sin retorno, a pesar de la pervivencia de apariencias del siglo XIX, hacia unos nuevos códigos en el vestir que solo tienen sentido en estos años en los que se dan una serie de circunstancias que se materializan en la génesis de «la mujer moderna», que a pesar de los contrastes en función de la edad, el lugar de residencia y el nivel económico, utilizará la moda como una forma de rebelión y de expresión de sus ideas, luchas y conquistas, y cuya apariencia y manera de pensar poco o nada tienen que ver con la de sus abuelas. Por fin, la armonía y el valor práctico se conjugaron de una manera tan perfecta, que su huella permanece hoy en día inalterable.
Dicen que «nunca es tarde si la dicha es buena», y ahora, que ya me encuentro en una época madura, os presento una obra que espero que sea útil y de interés para todos los asturianos y asturianas, y que ante una evidente ausencia de estudios sobre moda asturiana, salvo algunas publicaciones y artículos sobre indumentaria tradicional, fomente nuevas investigaciones en un tiempo propicio para la entrada de este tipo de disciplinas en los espacios académicos y culturales de primer orden.
NOTAS:
© "LUIS ALBERTO FERNÁNDEZ: LA MODA FEMENINA EN ASTURIAS (1920-1929)".
Textos del post: © Luis Alberto Fernández González
Las fotografías de este post pertenecen a "No soy digno de tu amor".
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