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lunes, 20 de enero de 2020

DE LOS ROPEROS DE CARIDAD A LAS GRANDES FIRMAS PARISINAS (ARTÍCULO PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DÍA 29 DE DICIEMBRE DE 2019, SIGLO XXI, PÁGINA 10).



La fuerte industrialización asturiana, iniciada hacia 1860, trajo consigo en la primera mitad del siglo XX, el crecimiento de las ciudades y la división de sus habitantes en función de su nivel económico. Por un lado, una rica burguesía local, a la que se le unían familias de indianos enriquecidos en su aventura americana, compartía paseos y espacios de ocio con una clase media que iba cobrando cada vez más fuerza. De fondo, la clase obrera atrapada en inhóspitos barrios obreros y ciudadelas, que trabajaban sin descanso para ganarse un jornal, y una población campesina sometida a las durezas del campo. Estos estilos de vida tan dispares, van a trasladarse, no solo a la hora de vestirse, sino a la hora de abastecerse de unas prendas que para unos irán ligadas a conceptos como el de status y elegancia, mientras que para otros al hecho funcional de guarecerse del frío o de que les resulten eficaces para su oficio diario. Desde los roperos de caridad a manos de señoras burguesas católicas, a las tiendas con las últimas creaciones parisinas, descubrimos un interesante entramado de posibilidades donde encontrar tejidos, ropa y complementos, al que pretendo prestar atención en este artículo. Solamente el nivel económico marcaba la dirección donde acudir a comprar en una época en la que la mejora de los transportes, permitía ya a muchas asturianas viajar a los grandes centros de la moda.






Fotografía 4485.- Puesto de madreñes en la calle Arco de los zapatos. Oviedo, h.1920. Muséu del Pueblu d'Asturies.





Vestir al desnudo y proporcionar ropa al obrero, que sin ella no es admitido en la fábrica, son las funciones de los roperos de caridad, entre los que destacaba el de Santa Victoria, fundado en 1909 por S. M. la Reina Doña Victoria, presente en la mayor parte de las provincias españolas y que en sus primeros doce años había donado más de un millón de prendas. Estos centros de beneficencia eran muy numerosos y, por ejemplo, solo en Gijón contaban con roperos: el Hospital de Caridad de Gijón, el asilo Pola, el Patronato de San José, la escuela de Nuestra Señora de Covadonga, la casa de las Hermanitas de los Pobres, las Congregaciones de Hijas de las casas de María Reparadora, la Asunción, Madres Ursulinas y el Colegio del Santo Ángel. La venta ambulante fue una solución para poder sobrevivir algunos asturianos que tenían muy pocos recursos. Deambulaban por las calles de las principales ciudades y villas vendiendo tejidos y “trapos” con los que ganar unas monedas. Los mercados, que algunos remontan su tradición en los siglos XIII y XIV, fueron muy comunes en casi todas las poblaciones asturianas. Según las localidades, tenían distinta frecuencia y en ellos se vendían: lino, tejidos y madejas de lana, hilo, ropa blanca, madreñes, zapatos, medias, ropa…






Fotografía 4484.- Dos mujeres filando lana y lino con rueca y fuso, delante de la taberna de casa Pedro en Degaña. Archivo Kruger, nº 665. Muséu del Pueblu d'Asturies.






Fotografía 4483.- Curso Singer. 4 de octubre de 1927. Muséu del Pueblu d'Asturies.





Dentro de la correcta formación de una mujer, la costura ocupaba un lugar importante. Aprendizajes que pasaban de generación en generación o que se adquirían en las numerosas escuelas de confección que proliferaban por todos los sitios. Se cosía en casa por distracción, pero también por necesidad y además, debemos considerar que con la proliferación de los modelos de dos piezas, jamás había ofrecido la moda ocasión más ventajosa para transformar y refrescar los vestidos y ahorrarse la adquisición de uno nuevo. Los catálogos de las tiendas servían de inspiración para muchas mujeres que copiaban trajes con facilidad ayudadas de sus modernas máquinas de coser que ahorraban tiempo y esfuerzo. Por otra parte, las modistas fueron un colectivo muy diverso que a menudo estuvo al margen de las organizaciones obreras. Empezaban llevando los recados, hasta dar el salto a oficialas, y aunque carecían de habilidades para el dibujo, demostraban una gran destreza para la confección textil. El “ejército de la aguja” contribuyó a fijar el buen estilo de las mujeres del norte y es necesario rendirles homenaje: Rosario Borbolla, Pilar Díaz, Ángeles Gómez, María González, Delfina Huergo, Leandra Santullano, Modesta Vázquez, Hijas de Paulina Walde, Martina Infante, Julia Menéndez, Manuela Migoyo…






Fotografía 4482.- Edificio de La Innovación. Pedro Alonso Rebollar. Gijón, 1955. Muséu del Pueblu d'Asturies.





En los centros de las ciudades y de las principales villas se establecieron importantes comercios que atraían la atención de las clientas con sus vistosos escaparates y por la variedad de los artículos que vendían: tiendas de ropa, sombrererías, zapaterías, guanterías, mercerías, relojerías y joyerías, droguerías, perfumerías, lencerías… El comercio fue extensísimo y muy importante en toda la provincia, contando con establecimientos de un gusto muy refinado: Maisón Rollán, Casa Masaveu y Compañía, Grandes Almacenes El Águila, Almacenes La Sirena, Casa Balcázar, El Encanto, Bazar La Americana, Casa de Gerardo Fernández, Gran Bazar Boston, La Villa de París, Almacenes Simeón, La Elegancia, La Innovación, Almacenes Blanco y Negro, La Favorita, La Casa Blanca, Casa Froilán… No podemos olvidarnos de las comisionistas, entendidas en moda con considerables habilidades comerciales y sociales, que viajaban a París una o dos veces al año y a otras zonas de España para comprar mercancía para sus tiendas o, si no disponían de establecimientos propios, recurrían a hoteles y apartamentos privados para exponer cada temporada sus nuevos productos. Rescatamos del olvido a algunas asturianas como: Felisa Fernández, la señorita Rúa, las señoritas de García Redueles, Rolendis Rodríguez y Carmen Mier.






Fotografía 4481.- Tres mujeres en Gijón, hacia 1927. Muséu del Pueblu d'Asturies. 





El éxito de las ciudades balnearias se convierte en un fenómeno de masas en la década de 1920. La Costa Azul y otras localidades como Deauville, Biarritz, San Sebastián y Santander atrajeron la atención de muchas mujeres fascinadas por las nuevas costumbres y por un frívolo deseo de lucir a la última en playas, paseos, terrazas y Casinos. Poiret y Patou, que ya venían de vuelta, Madame Jenny, Jeanne Lanvin y Chanel instalaron sucursales en algunas de estas villas veraniegas y se esforzaron por enseñar elegancia a los millonarios y sobre todo a aligerar sus carteras. La llegada a la ciudad asturiana de la señora que regresa en octubre del veraneo y que vuelve bien equipada de Francia o la que viaja a Madrid, convertido ya en un pequeño París, cuyas tiendas son un reflejo de las creaciones de la rue de la Paix, es un hecho real a disposición de un grupo restringido de mujeres que servirán de inspiración a otras muchas. 





NOTAS:

© "DE LOS ROPEROS DE CARIDAD A LAS GRANDES FIRMAS PARISINAS. (ARTÍCULO PUBLICADO EN LA NUEVA ESPAÑA, DÍA 29 DE DICIEMBRE DE 2019, SIGLO XXI, PÁGINA 10)".

Texto: Luis Alberto Fernández González. 

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¿Conocías la figura de los/as comisionistas que vendían en Asturias las últimas tendencias parisinas? En los años veinte del siglo XX se creó una nueva silueta que rompió absolutamente con los cánones moralistas heredados del siglo XIX y que se rindió ante el nuevo estilo de vida... ¿Qué opinas de la moda de esta época?, ¿qué imágenes te vienen a la cabeza sobre la estética de estos años?





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