AQUELLOS MARAVILLOSOS FINES DE SEMANA.

Permitidme que viaje hoy con vosotros/as a un fin de semana cualquiera de mi adolescencia. Empecemos por el viernes... Salía del colegio a las cinco y media y recuerdo que corría veloz en dirección a casa, donde ya me estaban esperando mis padres y mi hermano en uno de aquellos míticos "Renault 12" verde metalizado para ir a Pravia. Primero parábamos en San Juan de la Arena para merendar con mi tía Luisa y mi abuela Lucrecia, dos de las mujeres que más he querido/quiero (no están, pero están...), y con un trozo de chocolate "Elgorriaga", cogía la bicicleta y me perdía por La Arena. Suelo establecer querencias especiales con algunos cachivaches que me han acompañado en la vida. Os aseguro que aquella "BH", mi bicicleta, es sin duda uno de esos objetos que recuerdo con enorme cariño por tantos momentos inolvidables.

Hacia las ocho, poníamos rumbo a Pravia. La imagen al entrar en casa era siempre la misma y soy capaz de visualizarla a la perfección en estos momentos: mi abuelo Isaac ensayando con su violín y mi abuela Rosa pendiente del horno esperando que terminara de hacerse la empanada de carne que cocinaba como nadie. Llegaban también de Oviedo, mi tío Sergio y mi tía Josefina, siempre vestida de manera impecable con alguno de los trajes que compraba en "Modesta", y cenábamos todos juntos en una mesa de madera enorme que todavía conservo. Siempre que vuelvo a Pravia, los veo allí sentados, cada uno en su sitio... Después, los mayores jugaban al "Cinquillo", mientras que mi hermano y servidor veíamos la tele hasta la hora de ir a dormir... Ay, qué tiempos!!!

Fotografía 4506.- Luis Alberto Fernández González (1). "NSDDTA". Gijón.

Los desayunos de los sábados eran muy especiales. Jamás faltaban ni el pan tierno de "Casa Pepe", ni la manteca fresca que mi güela compraba en el mercáu praviano de los jueves. Es curioso, pero a día de hoy sigo manteniendo esa costumbre de desayunar todos los sábados en plan tranquilo y que me preste. Mi padre apremiaba porque le gustaba aprovechar la mañana para hacer alguna pequeña excursión en coche hasta el cabo Vidio, Cornellana o hasta el pueblo de Salas. Mis abuelos eran humildes, pero nunca faltó en la mesa un plato de arroz con pollo, de calabazón o unas berzas.

Y llegaba la tarde... y mientras mis padres dormían la siesta, yo jugaba a ser mayor. Con Miguel A., aprendí todo… No sé si, a día de hoy, será consciente de lo esencial que fue en mi vida: comprábamos pitos sueltos en el kiosco y nos escondíamos a fumar en cualquier callejón, nos colábamos en la discoteca y bebíamos como idiotas Martini Blanco, pero con la destreza suficiente para llegar a casa a las diez de lo más presentables. La inspección post fiesta de los Srs. Alberto & Julita, siempre fue férrea e implacable, costumbre que hoy conservan cuando a servidor ya le queda un suspiro para cumplir los cincuenta. No obstante, nunca fui de beber mucho. Solo una vez, en una fiesta en Agones me descubrieron "contentín" y me llevaron a "hosties" pa casa.

Fotografía 4505.- Luis Alberto Fernández González (2). "NSDDTA". Gijón.

Mis abuelos de Pravia eran muy creyentes… no de los de pose y simulación en fechas concretas. Visitaban a diario la capilla del Valle y, por supuesto, la majestuosa Colegiata. Me gustaba acompañarles y mientras les escuchaba repetir y repetir rezos y oraciones a modo de siseos interminables, me quedaba embelesado fijándome en la estructura del techo, la perfección de las columnas y la belleza de las pinturas y de su fantástico retablo. Ahí nació mi fascinación por el arte y la estética religiosa, y también un sentimiento… Hay gente que le acongojan las iglesias, a mí todo lo contrario, pues pocos sitios me transmiten tanta paz y recogimiento.

La tríada de los domingos consistía en: misa de doce, vermú en "La Praviana" y comida familiar... sopa y garbanzos. Una ley que perdura, pues os confieso que me parece muy mal cuando me sirven este manjar cualquier otro día. Y llegaba la hora del regreso a Gijón, de aquel viaje "infernal" cruzando Soto, Piedras Blancas, Salinas y Avilés escuchando por la radio la retransmisión de los partidos de fútbol que me enfermaba, y más el pensar que atrás quedaban ya la merienda en La Arena y mi bicicleta, la empanada de carne guisada, las excursiones y los pitos a escondidas con Miguel… Seguidores/as fieles y leales, gracias por vuestro cariño y complicidad. Os quiero!!!





NOTAS:

© "AQUELLOS MARAVILLOSOS FINES DE SEMANA".

Texto: Luis Alberto Fernández González.

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¿Qué recuerdos tienes de los fines de semana de tu adolescencia?, ¿qué solías hacer? ¿A qué familiares o amigos echas de menos?, ¿por qué? ¿Qué tradiciones has mantenido en el tiempo? Si tuvieras la posibilidad de regresar a tu adolescencia con la información que posees hoy, ¿cambiarías muchas cosas?, ¿cuáles?